A partir de su creación en el año 1912 la sociedad Euskal Erria de Montevideo  tuvo muy presente la necesidad de divulgar no sólo sus objetivos, logros y aspiraciones sociales, sino la cultura vasca en general, entendiendo como tal la historia, vida, costumbres y noticias  de los siete territorios que conforman la nación que sus asociados habían dejado atrás.  Para ello  el 4 de agosto de 1912 dieron inicio a la publicación del periódico Euskal Erria que, con 1003 números editados hasta junio de 1960, aún se precia de ser el órgano de una institución vasca de la diáspora que más ejemplares ha dado a luz.

Además de esta iniciativa y desde el momento mismo de su fundación los directivos de la institución promovieron la creación de una escuela desde la que transmitir la cultura vasca desde muy temprana edad y en la que el euskera fuera el idioma oficial. El inicio de la I guerra mundial y sus trágicas consecuencias demoraron este proyecto, que recién se vio concretado en el año 1925, aunque tal proyecto naufragó al cabo de tres años. Este fracaso dejó una desazón tan duradera que durante casi dos décadas nadie pareció recordar que la enseñanza del euskara fuera uno de los objetivos de la institución.

En la década del cuarenta tanto la situación de Euskadi como la de la sociedad Euskal Erria había cambiado: mientras en la patria de los vascos una feroz dictadura atenazaba su voz, en la diáspora los exiliados habían hallado una tribuna abierta desde la cual hacerse oír, y no solamente para denunciar la represión a la eran sometidos, sino para mantener y difundir aquella lengua y aquella cultura que les había sido prohibida. En la recordada semana vasca celebrada en Montevideo en el año 1943,  Bingen Ametzaga y José Ignacio Mendiola, en un intento de retomar los objetivos fundacionales de la institución, sentaron las bases de lo que más tarde se conoció como el Club del Libro Vasco y el grupo Euskaltzleak Kidegoa (amantes de la lengua vasca), recogiendo de esta manera el testigo de aquellos que habían visto frustrado sus sueños hacía casi veinte años. Esta idea se materializó en 1944 tras la creación de la Comisión de Cultura y la conformación en su seno del grupo Euskaltzaleak Kidegoa.  Casi todos los mencionados fueron a su vez miembros del Departamento de Estudios Vascos de la Universidad de la República.

Entre los objetivos fundamentales de Euskaltzaleak de Montevideo estuvo la adquisición de libros y revistas en euskara para la creación de una biblioteca en Euskal Erria, además de obligarse a adquirir personalmente cuantos libros en euskara se publicaran como una manera de apoyar su publicación. Asimismo se impulsó a creación de una biblioteca similar en el Departamento de Estudios Vascos de la Universidad.

Uno de los hitos de Euskaltzaleak que no podemos dejar mencionar es la instauración de la celebración del Euskera Eguna, celebrado por primera vez en Euskal Erria de Montevideo el 3 de diciembre de 1949, festividad del patrono de la lengua vasca San Francisco Xabier. Y sería precisamente en el curso de esta jornada cuando el grupo Euskaltzaleak decidió subvencionar la publicación anual de por lo menos una obra escrita en euskara, encomendándole a Bingen Ametzaga la traducción de Hamlet de Shakespeare, obra que vería la luz dos años más tarde. En 1950 nuevamente Ametzaga recibió la encomienda de traducir Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez obra que, ilustrada por el ya mencionado González Mehendilarzu, fue publicada en Montevideo en el año 1953.

Hoy han pasado más de seis décadas desde que aquellos hombres dieron todo de sí en aras de un ideal que les era tan caro. El tiempo transcurrido, que ya se cuenta por generaciones, nos ha llevado a postergar el recuerdo de aquella gesta que, aunque sin más armas que la pluma, no dejó de ser una lucha por la supervivencia de la identidad de un pueblo, por ello hoy sus descendientes  hacemos propia aquella iniciativa editorial de  los pioneros de la cultura vasca en el exilio poniendo a disposición del lector esta nuevo emprendimiento editorial.