Es una figura “muy poco conocida”, pero su labor influyó en la “humanización” tanto de la primera como de la segunda Guerra Mundial. María Ana Bidegaray tuvo una vida de película, desde su mismísimo nacimiento. Pese a ser hija de emigrantes vascos en Uruguay en el siglo XIX -marcharon a Latinoamérica en la emigración producida por las Guerras Carlistas-, Bidegaray nació en Iparralde. No en vano, por voluntad de su padre, el matrimonio retornó al caserío familiar a Hazparne en 1890 para que María Ana adquiriese “cuna vasca”.
Así lo recordó ayer la escritora Arantzazu Ametzaga, que acompañada por su hijo, el investigador Xabier Irujo -Ametzaga es viuda del político nacionalista Pello Irujo, descendiente de Manuel de Irujo y Andrés de Irujo-, en la presentación de la “biografía emocional” que ha preparado sobre Bidegaray, a la que llegó a conocer personalmente en la diáspora, publicada por la editorial Euskal Erria.
La publicación se enmarca dentro de los actos que el Parlamento de Uruguay promovió el año pasado, coincidiendo con el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial. “Como Uruguay no participó a nivel militar, sus labores se resumieron en ayudar a humanizar la contienda”, expuso Irujo, también director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada (EEUU)